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Comer: placer saludable o maldición incontrolable.

La actualidad en la que vivimos, nos genera una gran presión para tener un físico ideal. Las personas se obsesionan con conseguir un cuerpo perfecto para sentirse bien consigo mismas. Asocian la base de su autoestima a un peso socialmente impuesto.

Todo esto es la causa de la proliferación de diferentes trastornos de la alimentación tales como la bulimia, la anorexia, la vigorexia, o el trastorno por atracón.

El mantenimiento de un físico perfecto con el paso de los años, es una constante y ardua tarea para la mayoría de las personas, y cuanto más tiempo pasa, más complicado se vuelve. Si la persona tiene arraigado su estima personal a los kilogramos que pesa, se crea una enorme presión para no engordar que dispara su ansiedad. Y para paliar esta angustia, en numerosas ocasiones, recurren a lo que en este momento más temen y desean: comer.

Un ejemplo de diferentes situaciones donde la obsesión por la comida interactúa con las emociones y fomentan el desarrollo o mantenimiento de un trastorno alimenticio:

  • Cuando la persona ve que su objetivo es inalcanzable, se rinde y come para disminuir su ansiedad
  • Cuando se siente frustrado, culpable, fracasado y/o rechazado, se autocastiga y come para refugiarse por un segundo en ese placer.
  • Cuando se aburre y empieza a rumiar pensamientos autodestructivos o negativos, decide comer para no pensar y aliviar la angustia.

Tenemos que entender que la comida es algo necesario y natural para el ser humano. Es una necesidad biológica que no podemos eludir, y su prohibición o restricción, hace que nos obsesionemos con el tema, pasemos hambre, y aumente nuestro deseo de comer. Tenemos que evitar prohibirnos alimentos, normalizar el comer y llevar una dieta saludable y equilibrada. Buscar siempre una mejoría en nuestra salud y no en nuestro aspecto. Que prime nuestro bienestar físico y mental, no nuestra estética corporal.