La suerte es un concepto asociado a la actitud, donde evidentemente puede influir el azar, pero no sólo se determina por ello.
Cuántas veces hemos escuchado supersticiones asociadas a la “buena o mala suerte”. Todavía hay numerosas personas que permiten que este tipo de creencias influyan en su día a día y manejen sus decisiones. Conocemos a gente que por tradición, o aprendizaje, huyen de las gatos negros, no pasan por debajo de una escalera o piden un deseo tras ver pasar una estrella fugaz.
Esas costumbres se mantienen a causa de los pensamientos subjetivos y un deseo intenso de tener buena suerte y evitar que sucedan malos augurios. Pero nuestra buena fortuna depende más que del azar o de un intenso deseo, de la práctica y la motivación. Es decir, de una actitud proactiva, positiva e incentivadora de las personas que la buscan.
Generar creencias o aferrarse a ellas, no nos ayudan a conseguir el éxito, pero si hay diferentes estrategias que nos acercan más a la suerte y a conseguir lo que deseamos:
- Centrarnos en las soluciones en vez de el los problemas.
- Actuar sin procrastinar.
- Aumentar nuestra capacidad de resiliencia.
- Dividir los objetivos en concretos y realistas. Centrándonos en el presente para evitar bloqueos.
- Tener un enfoque flexible y positivo para poder adaptarnos, evitando exigencias rígidas que nos frustren.
- Saber delegar si es necesario.
- Reconocer nuestras fortalezas y habilidades para potenciarlas. Y conocer nuestras limitaciones para aceptarlas o aprender de ellas y mejorarlas.
- Socializar, tener contactos y buenas habilidades de relación social con la gente.
- Considerar el error como una oportunidad de cambio no como un fracaso.
- Tener paciencia y vivir el presente de forma activa y positiva.