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La fábula de la vaca

Hace muchos años atrás, un maestro y su joven discípulo recorrían diferentes tierras en busca de conocimiento. Hablaban con los distintos lugareños aprendiendo sus costumbres y compartiendo experiencias.

Un buen día, llegaron a un pequeño bosque, donde encontraron un humilde terreno con una vieja casa de madera donde residía una familia muy sencilla. Las condiciones de vida eran de extrema pobreza: los niños usaban ropa muy gastada, la casa estaba en mal estado y el terreno descuidado. Los dos viajeros se pararon a preguntarles por qué se encontraban allí. ¿Cómo podían sobrevivir con tan poco? ¿Cuál era su sustento?

El padre de familia señaló a una vaca que pastaba por los alrededores, y les contestó que gracias ella, podían sobrevivir año a año. La leche y los diversos productos lácteos que elaboraban los utilizaban, una parte para consumo propio, y la otra para vender en una ciudad cercana.

El maestro y su alumno se despidieron de la familia y prosiguieron su camino. El discípulo estaba apenado por ver la pobreza de aquella buena gente y se lo manifestó a su mentor. Pasado un rato, el anciano miró a su pupilo y le ordeno. “Regrese al terreno de la familia, busque la vaca y cuando estén dormidos la tira por el barranco que hay cerca y la ve morir”.

El joven, espantado por la orden, imploró que no le mandase hacer semejante tarea, que esa vaca era el único medio de subsistir que tenían. El maestro le miró y el aprendiz supo que debía obedecer. Partió cabizbajo a realizar la tarea encomendada y tras cumplirla regresó con su mentor.

Pasados unos años, el aprendiz, obsesionado y atormentado por la culpa, no dejaba de pensar cuál habría sido el triste destino de las personas de la casa del bosque. Hasta que un día, los remordimientos le llevaron a abandonar sus enseñanzas y partir al encuentro de la familia.

Cuando llegó al bosque observó que todo estaba cambiado, mucho más cuidado que la vez anterior, y donde estaba la desvencijada casa, se hallaba una bonita casa de piedra más grande y mejor construida. El joven se entristeció pensando en lo peor: “Han tenido que vender el poco terreno que poseían para poder sobrevivir”. En ese preciso momento salía un hombre de la casa y se apresuró a acercarse para preguntar qué había sido de los antiguos residentes. El hombre le recibió amablemente y le señaló que ellos llevaban viviendo en esa casa desde que la heredó de su padre. El aprendiz no entendía semejante cambio y le explicó que hacía varios años pasó por allí con su maestro y conocieron a una familia pobre que habitaba en este mismo lugar. El padre de la familia, reconoció entonces al chico, y le explicó entusiasmado el por qué del cambio en sus vidas: “Recuerdo su visita, fue el mismo día que comenzó nuestro cambio para bien. Esa misma noche, nuestra vaca se despeñó por el barranco y nos quedamos sin nada. Nos vimos entonces en la necesidad de desarrollar otras habilidades que desconocíamos que teníamos, prosperamos y alcanzamos el éxito que puede ver ahora.”

 

Todos en la vida tenemos “vacas” que nos impiden avanzar. Que nos hacen conformarnos y no evolucionar. Nos acomodamos en nuestra zona de confort, evitando la incertidumbre que nos genera el cambio. Nos estancamos y sobrevivimos no “vivimos”. A veces, es necesario asumir la incertidumbre, el posible sufrimiento a corto plazo, para una mejor calidad de vida futura. El miedo al cambio es lógico, pero no hemos dejar que nos paralice, sino utilizarlo como herramienta de superación. Hemos de enfrentarnos a esas “vacas” y apartarlas de nuestra vida para nuestro propio desarrollo y beneficio futuro.